Orígenes
Ya puedes leer esta entrada en la nueva versión del blog. Accede pinchando aquí.
Michael Scriven acuñó el término evaluación formativa en 1967 para describir el papel que la evaluación podría jugar en la mejora del currículum. Dos años después, Bloom aplicó el mismo concepto a la hora de calificar: "Es mucho más efectivo el uso de la evaluación formativa si es separada del proceso de calificación y usada primordialmente como ayuda a la enseñanza-aprendizaje".
Aunque los educadores usaron este concepto muy infrecuentemente en los veinte años siguientes, poco a poco se publicaron revisiones que insistían en la importancia de usar la evaluación como herramienta para el aprendizaje. Una de estas revisiones se realizó en el marco del proyecto Cognitively guided instruction (CGI, enseñanza guíada cognitivamente). Hubo varias revisiones posteriores, en las que además (añadimos un dato importante) de analizar el uso de la evaluación en el aprendizaje se establecía que cuando los docentes confían en la evidencia para tomar decisiones acerca de qué hacer, los estudiantes aprenden más.
Y llegamos a 1998, cuando Dylan Wiliam (el autor de este libro) junto a Paul Black comienzan una revisión de lo publicado acerca de la evaluación formativa. ¿Cómo lo hicieron? Revisando uno a uno todos los números publicados de 66 revistas científicas de educación y psicología, extrayendo de esa búsqueda 250 estudios relevantes y de condiciones muy variadas: edades, países, realidades socioculturales, etc. Sin embargo, la evidencia de que la evaluación formativa funcionaba en todos esos contextos la definía como una herramienta eficaz y robusta que merecía la pena desarrollar.
Y fue desarrollada con un pequeño experimento: reclutaron a 24 profesores de matemáticas de Secundaria en 6 escuelas de 2 distritos de Inglaterra. Les impartieron talleres sobre evaluación formativa durante 18 meses, incidiendo en cómo la evaluación directa en el aula puede ayudar al aprendizaje. Durante el curso posterior visitaron a esos profesores y les vieron implementar las técnicas en el aula. Al finalizar, evaluaron el progreso medio de los alumnos en ese curso. Se había duplicado. Como siempre, para los curiosos y escépticos (y hacéis bien) tenéis el artículo científico aquí.
Pero... ¿qué es exactamente?
Después de tanta historia, muchos os estaréis preguntando entonces en qué consiste exactamente. La definición que Paul Black y Dylan Wiliam dieron después de sus investigaciones es esta: todas las actividades preparadas por los profesores y/o sus alumnos, que proveen información usada como feedback para modificar las actividades posteriores de enseñanza y aprendizaje que se lleven a cabo con esos alumnos.
Otros autores la definen como: el proceso usado por los docentes para reconocer y responder al aprendizaje de sus alumnos para potenciar ese aprendizaje durante el aprendizaje (subrayado incluido en la definición). Y nuestros amigos de la OECD lo definen como una evaluación frecuente, interactiva del progreso y nivel de comprensión de los alumnos para ajustar la enseñanza apropiadamente.
Lo importante de todas estas definiciones es su carácter de proceso.
Me permito aquí un resumen que puede ser clarificador: la evaluación formativa está desligada, en principio, de la calificación. Se trata de pensar cómo puedo interactuar con los alumnos mientras están aprendiendo para fortalecer ese aprendizaje. Por ejemplo, si pido una definición de un proceso y un alumno responde con su definición, en vez de pasar al siguiente alumno me detengo y le pregunto: ¿Puedes reformular lo que has dicho utilizando más palabras técnicas? Lo que estoy haciendo es darle un feedback concreto y directo, y pedirle que lo procese y que responda a él inmediatamente. Esto es un ejemplo de evaluación formativa, y siendo un iniciadísimo aplicador de ella tengo que decir que los resultados son sorprendentes. Veremos muchas técnicas propuestas en este libro más adelante y otras propuestas en esta entrada.
En resumen
La evaluación formativa implica:
- Proveer feedback concreto y efectivo a los alumnos y alumnas
- Implicar activamente a los estudiantes en su propio aprendizaje
- Ajustar el aprendizaje en función de los resultados de esta evaluación
- Reconocer la profunda influencia de la evaluación en la motivación y autoestima de los alumnos, siendo ambas cruciales en el aprendizaje.
- Establecer como necesario que los estudiantes sean capaces de autoevaluar su aprendizaje y comprender cómo mejorar.
Un ejemplo para terminar
Una profesora de historia ha estado hablando del conflicto de la subjetividad en las fuentes históricas. Tres minutos antes de que acabe el tiempo de clase, los alumnos reciben una tarjeta con una pregunta escrita: "¿Por qué preocupa a los historiadores la subjetividad de las fuentes históricas?" Todos los estudiantes deben responder a la pregunta y entregarla según salen de la clase, como un "pase de salida". Una vez han salido de la clase, la profesora lee todas las respuestas y concluye que el nivel medio de comprensión de los alumnos es suficientemente bueno como para pasar al siguiente tema.
Este es un ejemplo de lo que el autor llama: toma de datos para la toma de decisiones. Lo que decide que la profesora vaya a explicar otra cosa en la clase siguiente no es la programación, o lo que toca. La profesora avanza porque tiene una evidencia de que sus alumnos entendieron la clase anterior. Ella sólo ha recopilado una mínima información, realista con el tiempo de que dispone, para tomar la decisión. En este caso, decide qué quiere hacer con los datos antes de recolectarlos.
Como veremos en las entradas siguientes, una evaluación funciona como evaluación formativa cuando la evidencia acerca del progreso de los alumnos es extraída e interpretada por los docentes. Éstos luego toman decisiones sobre los siguientes pasos que serán mejores, o estarán mejor fundados, que los pasos que habrían dado en ausencia de estas evidencias.
<< Entrada anterior Entrada siguiente >>
<< Entrada anterior Entrada siguiente >>