La explicación, esa extraña desconocida
Resulta sin duda paradójico lo arriesgado que puede resultar hablar de cómo explicar en clase. Parece como si, o bien todos sabemos hacerlo perfectamente, o bien no deberíamos ni tan siquiera hacerlo. Sin embargo, este libro defiende que a la humilde explicación se le debe devolver a su lugar correcto: al corazón de la buena práctica. Por eso en este capítulo nos propondrán técnicas basadas en la evidencia para mejorar la calidad de nuestras explicaciones.
¿Es importante una buena explicación?
En el famoso meta-análisis de John Hattie (publicado en castellano bajo el nombre de "Aprendizaje Visible para Profesores"), después de analizar más de 800 estudios llegó a la conclusión de la instrucción directa del profesor (junto con el feedback) tiene uno de los mayores efectos demostrables sobre el aprendizaje. No nos engañemos: que te lo expliquen bien te ayuda a aprender.
La explicación es probablemente el aspecto pedagógico más difícil de dominar, porque necesitas "olvidar" en cierta manera tu conocimiento de experto y reformularlo adaptado a cada nivel. De alguna forma en como deconstruir la torre para construirla paso a paso. Saber hacer esto se denomina a veces "conocimiento pedagógico de contenido" y se refiere a la capacidad de adaptar los métodos a las necesidades de tus alumnos y alumnas y a las necesidades del material que estás enseñando.
A veces a los docentes se les anima a hablar menos. Aunque a veces puede ser un consejo que ayuda, seguramente lo ideal sea animarnos a hablar mejor. Las explicaciones van de la mano con el modelado, algo de lo que hablaremos en la siguiente entrada y que ya comentamos aquí y además deben complementarse con el cuestionamiento regular y focalizado, y el feedback, de lo que hablaremos largo y tendido una vez más.
Estructura de una buena explicación
Los autores definen tres características de una buena explicación:
- La primera es que engancha con algo que los alumnos ya saben. Por ejemplo, para empezar a explicar cómo se dividen números decimales hay que empezar pidiéndoles que recuerden cómo se dividen números enteros. Para hablar de la sociedad feudal se puede introducir un pequeño debate sobre la sociedad actual.
- Lo segundo es que la explicación debe tener en cuenta la capacidad limitada de la memoria para almacenar nuevas ideas. Por eso estas nuevas ideas deben introducirse poco a poco.
- Y el ingrediente final de una explicación es que debe tratar de transformar ideas abstractas en concretas. Los buenos docentes son aquellos que hacen que las ideas complejas sean claras y simples sin perder su complejidad. Evidentemente esto no es fácil y a ello dedicaremos parte de esta entrada.
Los autores reconocen que se han inspirado en el libro de Chip y Dan Heath "Ideas que pegan". Las ideas que se pegan en la memoria son aquellas que dejan una impresión duradera y por tanto son difíciles de olvidar. Se definen seis principios que os hemos resumido en este cuadro:
CARACTERÍSTICA
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EXPLICACIÓN
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Simple
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Elige los conceptos nucleares que necesitan comprenderse y comunícalos enganchándolos a lo que el alumno o alumna ya sabe.
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Inesperada
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Genera curiosidad poniendo de relieve lo que todavía no saben.
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Concreta
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Provee oportunidades para que los alumnos puedan hacer algo real y significativo con el concepto.
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Creíble
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Provee oportunidades para que los alumnos vean o experimenten algo que les haga creer en el concepto.
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Emocional
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La emoción ayuda al aprendizaje cuando se genera aspiración de saber más o empatía.
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Historiada
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Contar una historia alrededor del concepto, especialmente si hay un elemento humano en él.
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Algunas estrategias para explicar mejor
1. Encuentra el punto "dulce"
El "punto dulce" es, para los autores, parecido a la zona de desarrollo próximo de Vigotsky. Es un conocimiento cercano a lo que ya saben, porque por ahí hemos de empezar, pero que les muestra algo que no conocen todavía. Podemos empezar con un pequeño test (cinco preguntas, incluso una sola) que enlace con conocimientos previos. También podemos pedir a los estudiantes que hagan preguntas sobre lo que más les cuesta entender de lo que vamos a empezar a aprender. Otra posibilidad es pedirles que completen una frase como ésta: Acordaos que tuvimos dificultades con ___________ la lección pasada. ¿Os acordáis por qué no nos gustaba ___________?
2. Conoce los errores más frecuentes
Esto ya nos lo decía Harry Fletcher-Wood en su libro (que podéis releer aquí): tenemos que intentar pensar como un alumno. Practicar nuestra empatía para saber qué es lo que les va a dar más problemas, en qué suelen equivocarse. La experiencia aquí es un grado. Un consejo que nos da el libro es que dediquemos tiempo a realizar algunas de las actividades que vamos a pedir a nuestros alumnos, para saber qué dificultades se van a encontrar. Si les pedimos una redacción sobre las causas de la II Guerra Mundial, ¿qué dificultades tienes para hacerlo? Mantener un registro de estos problemas comunes ayuda en la planificación.
3. Explica primero
Profesor: ¿Quién sabe lo que es un oxímoron?
Ryan: Es, digamos, ¿como una vaca pequeña?
Megan: Sí, es el contraste entre dos cosas
Profesor: Os estáis acercando...
Fred: Ya lo sé: ¡es una vaca muy muy pequeña!
En este ejemplo puede pasar que Fred acabe creyendo que el oxímoron es una vaca muy pequeña, porque los niños tienden a recordar mucho mejor sus contribuciones a la clase. Usamos este ejemplo como ilustración de que hay veces que la explicación debe ir antes de las actividades, y no después. Porque si no podemos fijar equivocaciones tan surrealistas como ésta. Como ya hemos defendido en otras entradas, el diccionario o internet pueden ser de poca ayuda si no se cuenta con el conocimiento necesario para entender la definición, o para seleccionar los recursos realmente relevantes que hay en la web sobre un tema en concreto.
4. Conviértelo en una historia
Los psicólogos han descrito en numerosas ocaciones que las historias son "privilegiadas" en nuestra mente. Como especie, estamos hecho para recordar lo narrativo mucho mejor que cualquier otra forma de entrada de información. Las historias son recursos altamente eficientes: no requieren otra cosa que nuestras cabezas para transportarlas. Aparte de contar anécdotas personales, que todos sabemos que les encantan, los autores nos sugieren que contemos también historias de nuestros alumnos del pasado. Las emplearemos como modelo de superación, de consecución de logros que esperamos de nuestros alumnos del presente. Es un buen recurso, que también les gusta, y que sirve para proponer modelos adecuados y más cercanos a ellos. Incluso los errores frecuentes que mencionábamos en el punto 2 pueden ser convertidos en historias que transmitan mejor los despistes que pueden ocurrir.
5. Explicación entre iguales
El libro defiende que la explicación entre iguales debe suceder después de que la explicación importante haya sido realizada por el profesor. Si no sucede así, nos arriesgamos a que algunos alumnos reciban conocimiento inexacto, incompleto o absolutamente erróneo, especialmente si se trata de algo muy complejo que se aprende por primera vez. La investigación sugiere que la explicación entre iguales es efectiva para poner en juego los conocimientos que ya se tienen, para reforzar y apoyar el conocimiento recién adquirido. La explicación entre iguales debe apoyar y suplementar la instrucción directa, pero no sustituirla. Es una buena forma de practicar y desarrollar conocimientos y habilidades.
6. Controla los tiempos
Una vez más no hay reglas para esto. Algunos dicen que no se debe hablar más de diez minutos, pero como siempre lo que defendemos es que depende de la clase, del tiempo, incluso de la estación del año. Los mejores docentes son los receptivos a la atmósfera del aula y están constantemente detectando pistas sobre el trabajo y la atención, de forma que van modulando la sesión en función de lo que va viendo.
Acabamos con esta entrada acerca de la explicación, y en la siguiente nos lanzaremos a explicar el modelado. Algo muy interesante y que nos aportará muchas ideas para llevar al aula. Os esperamos.