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MELC El desafío como herramienta pedagógica

El desafío como herramienta pedagógica


El autor comienza definiendo el desafío en educación como la provisión de trabajo difícil que causa que los alumnos piensen con profundidad y se empleen en un esfuerzo saludable. Personalmente me parece muy sugerente este binomio nada contradictorio: esfuerzo saludable. Es extraño, incluso moralmente cuestionable, que hayamos llegado a creer que sólo aquellos que describimos como "muy capaces" necesitan o merecen ser expuestos a algo desafiante. Debemos dar expectativas altas a todos los alumnos y alumnas, todo el tiempo. Este esfuerzo saludable debe suceder justo fuera de su zona de confort, que es donde más pueden aprender.

Estaremos de acuerdo en que el bajo rendimiento de algunos de nuestros alumnos es lo que nos causa más desasosiego y dificultad. Para ellos, el esfuerzo parece que no da frutos y va generando en ellos una baja autoestima. Como no quieren ser vistos como fracasados, tampoco quieren ser considerados como alumnos que fallan o tienen muchas dudas. La tentación para nosotros es darles "trabajo fácil" para ganar tranquilidad, un trabajo que no les haga pensar mucho, y por tanto cada vez aprenden menos. A la vez, a ellos les gusta porque pueden completar el trabajo y así no encaran el fracaso público. Pero este acuerdo tácito es pernicioso para ellos: nuestro deseo es elevarlos a una posición en la que, a través de mucho esfuerzo, apoyo de nuestra parte, resiliencia y determinación, acaben empeñados en esforzarse cada vez más.

Un desafío diferenciado

La habilidad de un docente efectivo, por tanto, será empujar a los alumnos un poco más allá de su zona de confort, para que su esfuerzo sea productivo; pero no tan lejos para que caigan en un oceáno de pánico. Este docente efectivo hace de la diferenciación de su feedback su herramienta más poderosa. Por ejemplo, comentando "El mercader de Venecia":

  • Alicia levanta la mano y pregunta cómo se escribe "traumatizado", como hace a menudo con vocabulario nuevo. Le prestas un diccionario y sonríes, repitiendo la palabra para toda la clase para reforzar tu expectativa de que todos los alumnos empleen un vocabulario desafiante, y poniéndola a ella de ejemplo positivo.
  • Manuel levanta la mano por décima vez. Le sonríes y le indicas discretamente que la baje. Él sonríe a su vez y se enfrasca en la tarea sintiendo que, una vez más, le estás animando a ser más resiliente.
  • El alumno con NEE no ha escrito una sola palabra. Te acercas a su sitio y le sugieres en voz baja la primera mitad de una frase, que él termina. Escribe toda la frase y comienza con la segunda.
  • Te acercas a Marta, que tiene tendencia a escribir folios y folios. Le pides que seleccione tres frases innecesarias antes de continuar.
  • Marcos ha escrito una página y media deprisa y sin sentido y se balancea en su silla. Le das un folio en blanco y le pides que vuelva a escribir, con calma, el primer párrafo, esta vez usando la estructura de párrafo que le has dado. Sientes su desdén y le recuerdas que después de clase llega el recreo.

En este ejemplo todos los alumnos debían realizar la misma tarea, pero la respuesta a cada uno fue diferente. Las respuestas no se decidieron en base a presupuestos preconcebidos de lo que era necesario, sino a las necesidades genuinas a medida que iban surgiendo. Hay altas expectativas porque has puesto el listón alto para empezar (todos trabajan el mismo texto). Luego diferencias según la estrategia posible más adecuada para mejorar a cada uno de tus alumnos.

Evidentemente, es imposible promover esta práctica diferenciada todo el tiempo, es inmanejable y humanamente imposible personalizar el plan de cada sesión para cada uno. Pero por ejemplo si se pueden crear estrategias que nos ayuden a gestionar esto con eficacia. Os proponemos algunas de las que explican los autores en el libro.

Estrategias para generar desafíos saludables

1. Escala hacia arriba

Uno de los hallazgos más comprobados de la psicología de la motivación es lo que llamamos el "efecto ancla". Nuestras percepciones están influenciadas irremediablemente por la primera parte de información que recibimos sobre un tema. Cuando el vendedor nos dice que el precio es de 100 euros, todas las negociaciones se escalan sobre ese valor. Conseguirlo por 55 euros nos parece una ganga, incluso cuando el producto vale exactamente eso. Por eso esperar de los alumnos un nivel superior a lo que ellos mismos esperan supone "anclar" el desafío. Cuando bajamos el nivel, inconscientemente ponemos la escala más abajo y lo que suele suceder es que todos bajan el nivel. Hagámoslo, prudente y sabiamente, al revés. Pongamos las expectativas altas para todos, y quizás nos sorprendamos. El lenguaje es importante: queremos inspirarles a metas más altas, no sobrepasarlos con una carga excesiva.

2. Conoce la materia

No hay desafío mayor que conocer los últimos descubrimientos en cualquier materia. Nos ayuda a creer que todavía hay mucho que nos queda por aprender (a todos). Por eso es fundamental que los docentes dispongamos de tiempo para leer noticias y artículos relacionados con lo nuestro. Esto nos hace mejores profesores, y desde luego nos mueve a llevar los desafíos que tenemos como humanidad a nuestras aulas.

3. Comparte la excelencia

Personalmente de las cosas que más estoy haciendo ahora mismo, gracias a las ideas de Harry Fletcher-Wood (puedes leerlo aquí). Los autores nos proponen utilizar los espacios de la clase para mostrar trabajos excelentes. Cuando leemos esto pensamos en dibujos, arte o plástica. Pero, ¿por qué no mostrar también versiones agrandadas de una respuesta excelente a una pregunta desafiante sobre historia o física? Esto nos ayudará a compartir lo que entendemos por modelo de respuesta. Incluso se puede hacer a nivel de centro: selecciona un área de un pasillo y transfórmala en una Galería de muestras. Así todas las materias estarán invitadas a enseñar trabajos excelente de los alumnos.

4. Desatasca la ayuda

Hay muchas ocasiones en las que si los alumnos no saben hacer algo, pedirán tu ayuda. Y dejarles un rato lidiando con la dificultad les va a ayudar bastante. El aprendizaje superficial consiste en conocer los datos sobre un tema, mientras que el aprendizaje profundo ocurre cuando sabemos cómo relacionar, unir y extender este conocimiento. Los problemas surgen cuando los alumnos pasan mucho tiempo, o demasiado poco, en la superficie antes de poder aprender profundamente. Y ahí nuestra labor de apoyar o no este proceso.

5. Escritura en capas

Demasiado a menudo pedimos a nuestros estudiantes que elaboren una redacción y aceptamos su primer intento. El trabajo de calidad requiere pensamiento, reflexión, y re-elaboración. Esta re-elaboración precisa de ayuda y estructura. Podemos empezar con una buena pregunta: ¿Crees que este trabajo es tan bueno como lo mejor que puedes hacer? Si no es así, ¿qué más puedes hacer para mejorarlo? De esta forma la primera versión (la primera capa) sufre modificaciones que van perfeccionando el trabajo. Un ejemplo de Andy Tharby, uno de los autores, es el siguiente: siempre se asegura de que cada actividad tenga alguna forma de extensión disponible para aquellos que acaban rápido. Para que lo puedan encontrar rápido, siempre subraya en rojo esta actividad. Antes que preguntar: ¿qué hago ahora? sus alumnos se acostumbran a preguntarse antes lo subrayado en rojo.

6. Lee con amplitud

Es bueno, y desafiante, animar a leer libros y revistas que amplíen sus conocimientos y perspectivas. Sumergiendo a los niños y jóvenes en el pensamiento científico, queremos elevar sus expectativas acerca de lo que pueden leer, asimilar y disfrutar dentro y fuera de la escuela. Sin embargo, debemos ser muy realistas y aceptar que la heterogeneidad de nuestros alumnos puede reducir la efectividad de esta estrategia. Sin embargo, al experiencia nos dice que, si les damos la oportunidad, nunca dejan de sobrepasar nuestras expectativas. Podemos utilizar herramientas como revistas de National Geographic, o crear un muro donde cada uno puede escribir un enlace a contenido que le haya resultado interesante. 

Conclusión

¿Qué importa más: el contenido en sí o cómo lo enseñamos? La respuesta es que ambos. Un currículum desafiante es un buen punto de partida. Comunica posibilidades a todos los alumnos, no importa tu punto de partida, no importa tu nivel socio-económico. Queremos enseñar conocimientos y habilidades que son importantes. Si la educación quiere ser un "igualador" social, nuestros alumnos deben equiparse con capital cultural: las ideas y conocimientos que les permitan participar exitosamente en la vida intelectual, social y económica.

No se trata de que las escuelas refuercen las estructuras dominantes de nuestra sociedad, sino de lo que Michael Young y David Lambert definen como "conocimiento empoderante". Es flexible y debe estar abierto a la crítica, la evolución y el cambio. 

La experiencia de los autores y del que escribe estas líneas nos confirma que los alumnos aprecian escuchar: esto es difícil, pero creo que puedes conseguirlo

¿Deben entonces ser todas nuestras clases desafiantes? La respuesta es que no. Como hemos intentado mostrar, el desafío consiste en llevar a los alumnos en un largo viaje a través de pasos pequeños y sólidos. Algunas veces hacia delante y otras hacia atrás. Es importante no confundir una actividad desafiante con una tarea difícil, son cosas diferentes. 

Los desafíos elevan las expectativas de todos los que convivimos en clase. Permita afirmar a todos los alumnos y alumnas que confiamos en sus posibilidades de mejora. El desafío es el primer principio que nos presenta este libro, que seguiremos comentando en la siguiente entrada. Os esperamos.
 
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